FERIA DE SAN ISIDRO
23 de mayo de 2023
Cabestro de Grana y Oro otro año está presente en la feria de San Isidro, la mejor feria taurina en la mejor plaza del mundo, la Monumental de las Ventas. Sólo dos integrantes de la agrupación, el Nano y el Cronista, han acudido a la convocatoria. Creemos que las ausencias están justificadas, pero ausencias son.
Llueve bastante cuando llegamos a las taquillas. Ciertamente es agua de mayo, que siempre es recibida con agrado, y más en años de sequía como el presente, pero podría llover a partir de las diez de la noche y dejarnos en paz el festejo. La lluvia desluce en alguna medida el arte del toreo, que es más propio del sol y las moscas, aunque hay tardes llovidas en las que se cortan orejas. Nunca hay que perder la esperanza.
En vista del chubasco y de los que se anuncian, compramos dos entradas en la grada del Tendido 6, al resguardo, bajo un hermoso techo, que es el mejor paraguas en días de aguaceros. Si la tarde no es muy lucida, al menos nosotros no nos mojaremos.
Nos sobra demasiado tiempo y no es cuestión de pasear con el paraguas en la mano pisando charcos. Así que nos tomamos un café con leche en un bar de los alrededores, que nos hace mucho bien.
Puntualmente, la corrida —novillada si pretendemos exactitud— comienza a las siete. Dos novilleros se estrenan en las Ventas: Jorge Molina y Sergio Rodríguez. Jorge Martínez ya ha pisado el ruedo de las Ventas en dos ocasiones.
Los novillos de Montealto, en mi opinión, dan la talla. Todos se acercan a los 500 kilos o lo sobrepasan un poco. No se caen, embisten con ganas y repiten, tienen chispa. En este orden salen por el toril: Corcelero —es precioso, colorado chorreado, muy vistoso—, Veraniego, Venturoso, Ventajista —como algunos personajes de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía—, Soñador y Tabernero —no imagino al novillo tomando cervezas en un bar, la verdad—. No comento nada de los sobreros porque no han sido necesarios.
Jorge Martínez, natural de Totana (Murcia), lidia el primero y el cuarto. A mí Martínez no me dice nada. Sus faenas son aseadas, correctas, sin reproches que hacer, pero faltas de emoción. Con el capote lo hace muy bien: verónicas, chicuelinas, medias verónicas. La cuadrilla hace una lidia acertada. Nada que objetar a los picadores, pero tampoco para tirar cohetes, y eso que los novillos entran con nobleza al caballo. Las banderillas a Corcelero se ponen según los cánones, pero con Ventajista son una pena, aunque todavía se puede hacer peor, ya lo sabemos. Martínez torea pronto al natural a Corcelero, que embiste mejor por el pintón izquierdo. Lo mata de una buena estocada. Con Ventajista es eficaz: lo finiquita con media estocada muy certera. Al acabar, el torero y los toros se llevan una ovación del público, que esta tarde está muy técnico y puntilloso.
Jorge Molina, que nació en Torrijos (Toledo), lidia el segundo y el quinto. Con Veraniego la cosa está pasable: Molina está flojo con el capote, pero luego hace una faena de muleta aceptable, aunque el toro al natural se cae mucho. La estocada queda ladeada, recibe un aviso y lo remata con un descabello. Algunos piden oreja, ¿por qué? En la plaza, está visto, hay de todo en todos los tendidos, también ignorantes.
Con el quinto, Soñador, lo que vemos es un mal sueño, por no decir pesadilla. Lo mejor es el principio de la faena, cuatro capotazos que da Molina en los medios. A partir de ahí, el precipicio. Lo de los picadores es increíble: se les escapa el toro al picador de la puerta contraria, que le mete un arreón indecoroso y rompe hasta la punta de la puya; con el picador que está en su sitio, se oyen palmas de tango insistentes: le pica en las costillas, rectifica, pero Soñador sale suelto. El público corea: ¡Picador, qué malo eres! Las banderillas son un desastre: los banderilleros pasan junto al toro y le clavan de sobaquillo sólo una banderilla en cada entrada. Dice Nano: «Parece una charlotada», con más razón que un santo. En la faena de muleta Molina está valiente.Las Ventas se lo reconoce y le ovaciona en algunas tandas con la derecha y al natural muy meritorias. Pero el toro acaba cayéndose y buscando los toriles, donde, antes de entrar a matar, Molina se luce con unas manoletinas por alto: da igual, nos aburrimos. El toro, en un descuido, le da un tremendo revolcón a Molina, que pierde una manoletina (zapatilla) y, medio cojo y diría que “acojonado”, con permiso del respetable, le deja una media estocada en buen sitio. El toro cae, pero el puntillero, que tiene menos puntería que un angelote de porcelana de Yadró, lo levanta. ¡Olé! Morales tiene que descabellar dos veces para que Soñador se vaya definitivamente al otro barrio. ¡Pobre toro!
Nos queda Sergio Rodríguez, al que parió su madre en Las Navas del Marqués (Ávila). A lo mejor lo parió en Ávila y luego registraron al niño en su pueblo; eso no me lo han aclarado. Su lote lo componen el tercero y el sexto.
La lidia que hace Rubén Sánchez, vestido de corinto y plata, a Venturoso es lo mejor sin duda de toda la tarde: profesional, comedido, ajustado y valorado por el público de las Ventas. Una lidia bien hecha mejora al toro y gusta a los buenos aficionados. ¡Bravo por Sánchez! Rodríguez está bien con el capote y remata los primeros capotazos con una revolera de bella factura. El picador hace “lo suyo” sin pena ni gloria. Pero los pares de banderillas segundo y tercero son de campanillas: los banderilleros tienen que saludar al respetable, que los ovaciona con ganas. Rodríguez está en plan novillero y se deja la piel y lo que sabe, que no es demasiado, en la muleta. Comienza de rodillas, sigue al natural, vuelve a la derecha y lo desarma el toro; insiste por el pitón derecho y se lleva una ovación. Después de un aviso, pincha dos veces.¡Adiós a la oreja, amigo! A la tercera mete una buena estocada, que le sirve para recibir una ovación comedida del público.
El sexto no tiene nada que ver con el tercero, por lo malos y desastrosos que son los toreros. A mí Tabernero me gusta, pero los toreros no. La brega que hace Juan Carlos Rey es penosa, parece que la hiciera el Emérito en persona después de romperse una cadera cazando elefantes. ¡Cuánto echamos de menos a Sánchez! El picador merecidamente se retira con un ¡Qué malo eres, picador! Las banderillas, sin más. Rodríguez hace la faena de muleta cojo, aunque no sabemos en qué momento se lastima. Con la derecha está pasable, pero al natural lo desarma el toro. Rodríguez asume riesgos de gladiador, no de torero. Le vuelve a desarmar en otra ocasión, ahora toreando con la diestra. Las ovaciones son timidísimas. Entra a matar bien, pero hace un mete y saca. Luego deja una media. Llega el aviso. Rodríguez descabella cinco veces a Tabernero, que se cae y se levanta un par de veces. ¡Se oyen pitos! Dice Nano con mucha sensatez y aplomo: «Me recuerda al torero bombero». Tabernero se tumba, lo apuntillan en el suelo y, por fin, descansa el animal.
Llueve intensamente. Vemos cómo se marchan los toreros y salimos a la calle. Abrimos los paraguas y vamos hasta el Rincón de Jaén, que está de bote en bote. ¡Un martes laborable y la marcha que hay en Madrid! Dos por dos, cuatro. Nos despachamos con cuatro manzanillas maravillosas, las suficientes para entonarnos sin cruzar ninguna línea peligrosa. ¡Qué rico todo: el pescaíto, las gambas, los embutidos!
Con los deberes hechos, el Nano y el Cronista se vuelven a Leganés, más contentos que unas pascuas y muy enteros, que mañana hay que currar.
¡Viva Cabestro y Grana, que no lo hay mejor!